La conversión de San Pablo de Miguel Ángel Buonarroti fue realizada entre 1542 y 1545. Esta gran obra de la vejez del maestro del Renacimiento es uno de los frescos que decora la Capilla Paulina del Vaticano. Forma pareja con otra pintura al fresco realizada por Michelangelo, La crucifixión de San Pedro.
Una pintura llena de energía del viejo Michelangelo
El episodio bíblico de la Conversión en el arte de Miguel Ángel
La composición de La Conversión de Michelangel
La iconografía personal de la pintura de Miguel Ángel
La polémica del Cristo de la Conversión de San Pablo
Los colores de la Conversión de San Pablo de Miguel Ángel
La pintura espiritual de Miguel Ángel en la Contrarreforma
Innovación y ruptura de La Conversión de San Pablo de Michelangelo
Una pintura llena de energía del viejo Michelangelo
El artista Miguel Ángel Buonarroti venía de pintar el Juicio Universal en el testero de la Capilla Sixtina, acabado en 1541. El papa Pablo III quería una obra del mayor artista italiano de todos los tiempos en el espacio que había mandado edificar, la Capilla Paulina.
Michelangelo había cumplido sesenta y siete años cuando aceptó el encargo. Lejos de la historiografía oficial, que coloca esta producción en la vejez del genio florentino, el resultado demuestra una capacidad y energía fuera de lo común.
Por ejemplo, los datos que se publicaron tras la restauración de 1930 demuestran las jornadas de pintura que necesitó Michelangelo Buonarroti para cubrir los 36 metros cuadrados de pared.
El artista florentino necesitó poco más de 80 jornadas de trabajo para pintar al fresco. Si se compara con los trabajos anteriores de la Capilla Sixtina, la superficie de cada jornada no ha disminuido respecto a lo que hacía 30 años atrás. Incluso se atreve con partes difíciles de ejecutar en un solo día, como el rostro de Cristo o su torso en escorzo acompañado de los dos brazos. Y todo subrayando perfectamente los efectos de claroscuros y de luz con el pincel.
Por tanto, en la ejecución de La Conversión de San Pablo Miguel Ángel se subió a la altura de un andamio de madera con un increíble vigor.
El episodio bíblico de la Conversión en el arte de Miguel Ángel
El fresco narra el episodio bíblico de la vida de San Pablo, también representado por artistas como Caravaggio. Este personaje era un gentil romano, de nombre Saulo, perseguidor de los primeros cristianos. Llegando a Damasco, un resplandor lo hace caer del caballo y lo deja ciego, mientras escucha una voz divina: “¿Por qué me persigues?”.
Saulo se acerca a Damasco y Ananías, un seguidor de Cristo, le impone las manos en nombre de Jesús. Con este gesto recupera inmediatamente la vista y pide ser bautizado.
Saulo se conocerá como Pablo de Tarso y pasará a evangelizar el mensaje de Jesucristo, siendo reconocido como una de las grandes figuras para extender el cristianismo.
La composición de La Conversión de Michelangelo
Una primera vista de las imágenes de La conversión de San Pablo de Michelangelo nos resulta extraña, como con la escena desequilibrada. El pintor del Renacimiento concibió las obras para ser vistas in situ, en una capilla larga y estrecha. Y para ello tenía que privilegiar el punto de vista en diagonal, donde los frescos adquieren todo el sentido visual.
En cuanto a la composición, el centro está en la parte superior izquierda, con la figura de Cristo. Este protagonista de la escena provoca un movimiento centrípeto, con los ángeles y elegidos en torno a él, enmarcando toda su silueta. En la parte superior, estos personajes conforman el cielo.
De la mano de Jesucristo sale un rayo de luz hacia la parte inferior, el mundo de los mortales. Siguiendo el foco lumínico llegamos a la cabeza de San Pablo, tirado en el suelo, con los ojos cerrados. Está ciego. Se ha caído del caballo, encabritado en un magnífico escorzo. Con este movimiento del animal los personajes se alejan de la bestia, huyendo de su gesto desbocado.
Entre el amasijo de cuerpos que escapan de las patadas del caballo, un hombre intenta controlar al animal. También otro soldado asiste al hombre caído, a Saulo.
En esta escena llena de movimiento y dinamismo, sólo hay dos figuras que están quietas, aunque con una enorme tensión interna. Son Cristo y San Pablo, los protagonistas de este episodio, a quienes enmarca así el gran Miguel Ángel.
La iconografía personal de la pintura de Miguel Ángel
La conversión de San Pablo de Miguel Ángel presentó una tremenda innovación iconográfica respecto a sus precedentes.
El caballo huye hacia atrás con total protagonismo, marcando el dramatismo de la escena de la conversión. No es el caballo rampante, casi decorativo, como de escena bélica, de otras obras. Sólo Caravaggio volverá a darle la centralidad al animal en su famosa pintura de Santa María del Pópolo de Roma. Además, este caballo descontrolado, hace que todos los soldados situados en la tierra estén pendientes de escapar de su camino. Algunos miran hacia arriba, aunque probablemente no vean nada. Y sólo uno socorre a Saulo.
En el suelo, San Pablo no es un soldado maduro, como en las demás pinturas. Se ha convertido en un viejo transformado por la luz divina, por la visión de la luz de Cristo, por su mensaje. Ha caído del caballo como un hombre santo, como un profeta experto en materia de la fe. Sólo la empuñadura de la espada que se asoma a su espada nos recuerda su carácter de soldado, ya que no hay ni siquiera una armadura.
La polémica del Cristo de la Conversión de San Pablo
La libertad creativa de Michelangelo colocó a Cristo boca abajo, lo que recibió numerosas críticas de la curia vaticana. El decoro dictaba que la más importante figura divina no estuviera en una posición indecente. Los artistas anteriores no se habían atrevido a colocar a Jesucristo con tanta inclinación. Lo pintaron quizá acostado, pero nunca descaradamente hacia abajo.
Sin embargo, la posición de Cristo resulta dinámica, potente y directa, mucho más que en las obras de arte anteriores y posteriores de la conversión de San Pablo. Además, la calidad del dibujo de Miguel Ángel le permite realizar un tremendo escorzo con el cuerpo, tan creíble como efectista. Es el motor de una energía vital que se dirige al santo.
Los colores de la Conversión de San Pablo de Miguel Ángel
La paleta cromática de La conversión de San Pablo de Miguel Ángel Buonarroti continúa la del Juicio Final de la Capilla Sixtina. Escogió tierra de sombra y blancos para la carne; tierra verde, ocre amarillo, negro de marte, ocre rojo para paisajes y vestidos; el cielo se pintó con lapislázuli, la materia pictórica más cara de la época que llegaba del lejano Afganistán.
Con esta paleta de colores crea una perfecta homogeneización de la escena, que además funciona en paralelo a su fresco contrario, La Crucifixión de San Pedro. La figura más importante, la de Cristo, se rodea del color más potente, el rojo del manto que lo envuelve. El otro punto de rojo marcado en el fresco de Michelangelo está en la capa de San Pablo. Cristo y San Pablo están conectados por los colores, también a través del rayo de luz espiritual.
En la restauración de La conversión de San Pablo de Michelangelo presentada en 2009 se recuperaron los colores originales del pintor del Renacimiento.
La pintura espiritual de Miguel Ángel en la Contrarreforma
Los enemigos de la pintura de Miguel Ángel Buonarroti arremetieron contra los frescos de La conversión de San Pablo, realizada entre 1542 y 1545. Como vimos, era inconcebible un Cristo indecoroso, con el cuerpo vuelto hacia abajo. La escena se veía desordenada, llena de figuras que apenas indican la procedencia de los personajes.
Además, el espíritu de la Contrarreforma ya estaba presente en la concepción del arte, con el Concilio de Trento a punto de empezar en 1545. Desde los círculos religiosos oficiales ya se exigía a los creadores que no se desviasen de las Sagradas Escrituras.
En La Conversión de San Pablo de Miguel Ángel, el genio florentino se basa en un escueto relato bíblico de los Hechos de los Apóstoles, sin apenas detalles. En cuanto al espacio de la narración, elimina todo lo superfluo. El paisaje es desnudo, sin un árbol que desvíe la vista. Sólo hay una mención a la ciudad de Damasco en una mezcla de arquitecturas poco definidas casi fuera del fresco.
La influencia del grupo de los Espirituales, con Vittoria Colonna y el cardenal Reginald Pole fue importante para Miguel Ángel Buonarroti. En esta obra todo funciona para exaltar la espiritualidad de un episodio simbólico para la fe cristiana.
En el entorno del cielo, Cristo se rodea de numerosas figuras. Son pocos ángeles y muchos hombres y mujeres. Son los elegidos, los que se han salvado por su fe. Antes de que la Contrarreforma cubriera la desnudez de sus cuerpos con vestimentas, era más clara esta apariencia de salvación.
La luz que cae de Cristo a San Pablo es mística. Significa la llamada individual a la fe, a la revelación. Así se transforma de un fiero soldado del relato bíblico a un desvalido anciano sin sus atributos guerreros.
La misión de La conversión de San Pablo de Miguel Ángel era la de recordar a los papas y cardenales en el Cónclave la importancia de la llamada de la fe.
Innovación y ruptura de La Conversión de San Pablo de Michelangelo
El arte en el Vaticano se había nutrido de unos modelos consolidados a lo largo de las décadas. Los artistas habían definido un lenguaje retórico al servicio del corazón de la Iglesia romana. Rafael en las Estancias del Vaticano había establecido el sumun de los equilibrios, de las perspectivas, del estatismo funcional, todo para colocar perfectamente las jerarquías de personajes divinos. Sin embargo, Michelangelo Buonarroti elimina este esquema de un plumazo. La fuerza y la energía espiritual se hace con toda su pintura en La conversión de San Pablo de Miguel Ángel. Era una llamada constante a la fe auténtica para los distinguidos espectadores del Vaticano que podían observar esta obra del Renacimiento.